Las inundaciones de los últimos días han vuelto a abrir las heridas que dejó esa tarde del 19 de febrero de 2002. En hora y media, un diluvio de agua y granizo provocó una inundación sin precedentes en las calles y mató al menos a 60 personas
Las piedras gigantes, el agua y el lodo de una riada convierten a la naturaleza en un monstruo que mata sin piedad. En las últimas dos semanas en La Paz, los desbordes cobraron la fatídica factura de tres personas muertas y trajeron los fantasmas de la tragedia del 2002. Se reabrieron las heridas causadas el 19 de febrero de ese año. Una hora y media de granizo en el centro urbano, hicieron que los ríos invadan la ciudad y siembren luto en decenas de familias que perdieron seres amados.
Marzo de 2024, otra vez. En menos de 15 días, un obrero que trabajaba con maquinaria en un río del barrio de Irpavi II, en la zona sur de La Paz fue arrastrado por la corriente; otro varón sufrió la misma suerte el viernes de la semana pasada y fue hallado sin vida en el alambrado del estadio del club The Strongest, en Achumani; y, un obrero de una empresa privada pereció intoxicado por dióxido de carbono tras activar una bomba para extraer el agua de una casa en Aranjuez.
A ellos se suman decenas de familias en Irpavi, Achumani, Aranjuez, las poblaciones de Río Abajo y en otros sitios que enfrentaron daños materiales de diversa gravedad, porque el agua y el material de arrastre invadió sus casas.
Claudia, vecina de Achumani, se lamentaba el sábado pasado. “Nunca se me pasó por la mente que iba a pasar por esto”, exclamaba mientras veía que decenas de personas sacaban litros de agua y el barro que se habían metido al sótano de su casa. “Al menos todos estamos bien, vivos, pero fue de un momento a otro, no nos dio tiempo de nada más que de presenciar desde el segundo piso lo que ocurría, cuánta impotencia, cuánta bronca”, dijo.
Otra vez esa sensación de vulnerabilidad. Jorge relató el domingo pasado que solamente escuchar el ruido causado en la calamina del techo de su casa por las primeras gotas de lluvia desató el terror. “El llanto de mi esposa, los gritos de desesperación de mis pequeños. Claro, todavía está el lodo en el patio y el living tras el granizo del viernes, y nuevamente surgía el riesgo de que el río se nos venga encima. Por eso reuní a todos y nos fuimos a casa de un familiar, esperando que todo esto pase pronto. Dios proteja mi casa, yo pongo a salvo a mis seres queridos”.
Sharon, estudiante universitaria, escribió en un trabajo académico un texto referido a estos días con el título “Cómo es vivir sin el Amor de Dios”. Amor de Dios es el barrio que está a la vera del Río La Paz, al frente de la avenida Hernán Siles Zuazo, que quedó bajo el agua e incomunicó a Mallasa, Mallasilla, Carreras, Jupapina y otras poblaciones.
Los vecinos de la zona se han unido y han hecho turnos y guardias, se han refugiado entre ellos. Por eso hasta el momento, la fuerza del agua no ha causado muertes, aunque el río La Paz sí dejó estragos materiales. De hecho, cerca al puente de ingreso al barrio Amor de Dios, cinco mujeres fueron rescatadas milagrosamente por personal de la Alcaldía. Quedaron atrapadas cuando la riada las sorprendió de retorno a sus casas tras una noche de tertulia. Nunca imaginaron que el río estaría a punto de devorarlas.
No pasó lo mismo en 2001 con seis decenas de personas. Los noticieros de los canales de televisión captaron imágenes trágicas y muy dolorosas. Desde entonces, la lluvia nunca más fue la misma en La Paz. La percepción del paceño es muy lejana a la del poeta Federico García Lorca, que escribió: “La lluvia tiene un vago secreto de ternura, algo de soñolencia resignada y amable”. Una lluvia fuerte inquieta, un granizo ya provoca que el paceño tome su teléfono y llame al padre, al hijo o a la pareja para preguntar: “¿Todo bien?”, es inevitable.
Esa negra tarde de febrero de 2002 los medios captaron imágenes desgarradoras, como la de la caserita de una venta de dulces en pleno centro de la ciudad. Ella se aferró a su puesto, y no quiso moverse para cuidar su patrimonio. Cuando vino el caudal, la mujer trató de sujetarse y resistir, pero la fuerza del agua la superó y la Tv captó justo el momento en que la corriente se la tragó.
¿Estaría en la lista de los 60?, lo más seguro es que sí, aunque hay versiones de personas que aseguran que más abajo pudo salvar su vida de forma milagrosa.
Decenas de vehículos que circulaban por la avenida Roma fueron arrastrados y sus ocupantes tuvieron como destino final la muerte. Fue el caso de las hermanas Nathalie y Stephanie Durán Fuentes, quienes después de almorzar con la familia tomaron un taxi para dirigirse de la zona sur al centro de la ciudad para asistir a algo tan cotidiano como una cita con el dentista. Nunca llegaron.
Los celulares de la época no eran inteligentes, solamente analógicos. Así que lo último que ambas hicieron en vida, fue llamar a su papá y pedir ayuda desesperadamente. “El río nos está arrastrando” dijeron, apenas pudieron dar su ubicación y poco después la llamada se cortó.
Luego de que el caudal bajó comenzó la búsqueda. Esa noche La Paz parecía una ciudad fantasma, desolada. La urbe estaba de luto.
FUENTE: EL DEBER
Síguenos: