Dentro de las estadísticas nacionales no existen datos oficiales sobre el número de mujeres que trabajan en la minería aurífera, mucho menos se conoce la realidad del trabajo que realizan, los grados de informalidad en que desarrollan sus actividades o dónde se concentra mayoritariamente la fuerza de trabajo femenino.
Las mujeres denominadas “barranquilleras” se ubican mayormente en el norte del departamento de La Paz y las denominadas “bateadoras” trabajan en el oriente boliviano (departamento de Santa Cruz). Ambos grupos de mujeres desarrollan sus actividades recuperando el oro de forma manual, sumergidas hasta la cintura en las aguas de los ríos o en las pozas generadas por las cooperativas mineras, donde les permiten ingresar en determinadas horas, generalmente, cuando realizan el “alza” del mineral.
Están también las mujeres asociadas a las cooperativas mineras, que forman parte de organizaciones matrices como Fecoman (Federación Regional de Cooperativas Mineras Auríferas del Norte de La Paz), Ferreco (Federación Regional de Cooperativas Mineras Auríferas) y Fedecomin La Paz (Federación Departamental de Cooperativas Mineras de La Paz), donde las mujeres desempeñan trabajos administrativos o de vigilancia, y han tenido que pasar mucha historia para lograr ser parte de estas organizaciones.
Un grupo muy particular es, sin lugar a dudas, el de las mujeres propietarias de balsas que trabajan en las riberas de los ríos Madre de Dios y Beni, en los departamentos de Pando y Beni, respectivamente, que manejan el negocio del oro de manera empresarial, contratan hombres que son los encargados del manejo de la balsa y de las mangueras de succión en el río. Sin embargo, ellas conocen en detalle el trabajo a realizar y, en su momento, son parte del proceso productivo.
En relación con las mujeres que trabajan en la barranquilla en zonas auríferas, no existe un número específico de las mismas, ya que se trata de una población muy dispersa y, como ellas se describen, son nómadas, se mueven de una zona a otra buscando oro, permanecen entre una semana y dos, si el lugar es interesante y luego retornan al poblado donde viven. Las mujeres y sus familias se han asentado en determinados poblados y han iniciado de forma incipiente un proceso de organización conformando asociaciones de Barranquilleras, su permanencia en el lugar es casi constante y sólo tienen como actividad principal la minería.
En décadas pasadas, las mujeres se dedicaban a la agricultura y en su mayoría eran migrantes de otras ciudades. En el caso del norte de La Paz, se asentaron personas que provenían de Cochabamba y Sucre. De forma paralela a los trabajos de agricultura, las mujeres comienzan a conocer la técnica del “barranquilleo”, realizando esa tarea de búsqueda de mineral en los ríos de las zonas de Tipuani, Guanay, Teoponte, Yani y Conzata.
El trabajo de la barranquilla surge desde principios de la explotación de oro, por su carácter informal y por las condiciones en cómo se realiza. Esta actividad es considerada dentro del cooperativismo aurífero minero como adecuado para la mujer. Sin embargo, también los hombres desarrollan esta actividad.
El crecimiento numérico de las cooperativas mineras a partir del año 1985, impulsa en forma indiscriminada a las mujeres a participar más activamente en el proceso productivo del oro, bajo condiciones económicas muy diferenciadas de los varones y sin ningún nivel de organización, lo que origina el alto grado de informalidad en el que se mueven. Esto a la vez ocasiona que muchas mujeres esposas de cooperativistas desarrollen su actividad, como ayudantes y sin reconocimiento laboral propio.
Pese a esa inminente presencia de las mujeres mineras en Bolivia, con carácter oficial, no existe una estadística nacional que demuestre la situación laboral y social de la mujer en la minería. El año 2016, se realizó una línea base socioeconómica “Mujeres Mineras de Bolivia”, que tomó como muestra a mujeres de la minería tradicional (Oruro y Potosí) y mujeres de la minería aurífera (La Paz, Santa Cruz y Beni). En la minería aurífera, se tomaron dos segmentos: i) Asociadas a cooperativas, (Cooperativas de Santa Cruz, Tipuani y Asobal) y ii) Barranquilleras (Municipio de Tipuani) y bateadoras (Municipio de San Ramón), pero el estudio no permite cuantificar la cantidad de mujeres dedicadas a la actividad del barranquilleo, ya que se seleccionó una muestra representativa de la población y no se recopiló información de toda la población de mujeres que se dedican a la actividad minera.
Barranquilleras, las más vulnerables
Una de las zonas con mayor actividad desde hace años, es la zona de Tipuani, que abarca las poblaciones de Cangallí, San Juanito, Las Lomas, Chima, Chuquini, Unutuluni entre las más importantes, donde existe un número bastante significativo de barranquilleras.
Los rasgos sociales típicos de una mujer barranquillera, con base en entrevistas, trabajos de relacionamiento con ellas y observación directa, permiten inferir que: oscilan entre los 35 y 55 años de edad, madre soltera, viuda, casada o en unión libre con esposo/pareja trabajador “voluntario”, con tres hijos, como promedio. De origen predominantemente aymara o del norte de La Paz. Su actividad normalmente la realiza desde las 8:00 am hasta las 17:00, con un breve descanso a mediodía para la merienda y el pijcheo de coca. En una jornada de trabajo obtiene entre 300 a 400 miligramos de oro, que es comercializado a rescatadores minoristas que existen en el lugar.
Debido a que los contenidos de oro en las colas y desmontes varían permanentemente, la mayor parte de las barranquilleras se desplaza entre las poblaciones de Chima, Unutuluni, Chuquini o Cangalli; así como a las comunidades de Challana, Candelaria, Carura Polopata y Aguada, del municipio de Guanay, donde se mezclan mujeres indígenas lecas que se dedican a la agricultura pero que también trabajan en la barranquilla y en el municipio de Teoponte están las comunidades de Tomachi, Uyapi y Mayaya, por tratarse de municipios cercanos a Tipuani la población de mujeres se mueve entre estos municipios.
Sesenta años atrás, el oro valía poco y hombres y mujeres no le daban ninguna importancia económica, se dedicaban a la agricultura y de forma paralela pero en menor medida, lavaban oro en los ríos.
Testimonio I
“Yo estoy más de 50 años en la zona. En aquella época la gente no le daba importancia a la minería, a las orillas del río había oro. Hombres y mujeres trabajaban, iban al río con su bateíta, con pala, picota, su punta y comenzaban a lavar. En esa época, era alzar tierra y lavar y eso hacían las mujeres. Eran marido y mujer, pero también había muchas solteras y jóvenes”. (Mario Ledezma, dirigente minero y cooperativista de la región de Tipuani)
Las mujeres de la barranquilla tienen libre acceso a lugares ajenos a la cooperativa, por ejemplo, playas donde los desechos contienen bajas concentraciones de oro secundario en forma de láminas o pepitas minúsculas que son seleccionadas de forma manual. Años atrás esta forma de trabajo era el día a día de las mujeres, que junto con sus niños se trasladaban a orillas de los ríos y, entre juegos, los niños aprendían el oficio de la barranquilla, un tema que con los años se ha vuelto controversial al hablar de trabajo infantil en las zonas auríferas.
En tiempos de producción minera, era común ver a las mujeres lavando arena en bateas y en ocasiones utilizando canaletas y alfombras para un mejor rendimiento productivo. Hoy la competencia ya no es entre barranquilleras, las zonas mineras han sido invadidas por equipo y maquinaria pesada de algunas cooperativas que firmaron acuerdos con empresas mineras extranjeras cuyas inversiones oscilan entre 200.000, 500.000 o un millón de dólares en contratos de producción de oro que están fuera de las disposiciones legales del Estado.
Las mujeres de la barranquilla son consideradas como población marginal y muchas de ellas viven situación pobreza. En las zonas mencionadas existen mujeres asociadas a cooperativas mineras, cuyo estándar de vida es mayor por sus ingresos económicos, tienen mayor acceso a la educación y otros beneficios producto de esa pertenencia a las cooperativas.
Las mujeres socias de la minería aurífera están excluidas de realizar el trabajo en la mina, por creencias arraigadas entre los mineros de que la sola presencia de la mujer en la mina “ahuyenta el mineral, por lo que se ven obligadas a designar a una persona del sexo opuesto como “representante” para que trabaje por ellas, ya que ellas solo pueden realizar el trabajo en exterior mina, como el ingenio, control al trabajo que realizan los inversionistas, control en el “alza”, entre otras actividades.
Asimismo, existe un grupo importante de socias que son “aportistas”, que realizan un aporte económico para cubrir los gastos de operación de la cooperativa, situación que las tiene exentas de contar con un representante en la operación minera o de realizar trabajo alguno.
La presencia de mujeres dedicadas al comercio, es considerable, ya que muchas de ellas brindan servicios con la oferta de insumos para la minería y a la vez son socias de cooperativas.
“Aún hoy, una actividad a la cual se dedican muchas mujeres en la zona es la de rescatar oro en pequeñas y grandes cantidades. Algunas iniciaron su negocio de la nada y llegaron a formas grandes empresas como el caso de la señora Mónica, mujer rescatadora de oro desde hace varios años, un negocio que le ha dado grandes satisfacciones económicas. ¿Quién de los mineros no conoce a doña Mónica? Testimonio – Tipuani 1989 .
Para nadie son desconocidas las famosas calles de diversión, comúnmente llamadas en idioma quechua “khencha calle”, donde abundan los karaokes, discotecas y bares donde los mineros dejan sus penas junto con su oro, estos negocios son manejados en su mayoría por mujeres.
Las mujeres del sector son emprendedoras “en la mañana cocinan, por la tarde rescatan oro y luego lo venden, si el hombre no trabaja, la mujer siempre está en actividad y generando recursos”. Son alegres y no se descuidan de su belleza, por lo que en las comunidades mineras se encuentran salones de peluquería y “manicure”; muchas tienen hermosas cabelleras muy bien cuidadas y limpias, porque si algo abunda en la zona es el agua; visten a la moda por lo que no faltan las tiendas, consideradas pequeñas boutiques que ofertan ropa de temporada y actualizada en la moda (…) Les gusta la denominada “música chicha” que escuchan a todo volumen. A muy temprana edad se convierten en madres y compañeras, generalmente no se casan, viven en unión libre y están también las llamadas “segundinas” (segunda mujer del hombre), sufren de abandono por la propia cultura minera y el machismo de todos quienes se dedican a la minería .
“…había mujeres muy lindas”, recuerda con nostalgia don Mario Ledezma, “por ejemplo la famosa Carmen Paz, que, a su paso, todos se daban vuelta a mirarla, era muy hermosa y como ella recuerda a todas dedicadas al trabajo de la barranquilla.
Existe un porcentaje elevado de mujeres que no saben leer ni escribir (analfabetas) y esa falta de instrucción contribuye a que no tengan otra opción laboral a la cual acceder, hay muy poca preocupación por el desarrollo integral de la zona y escaso desarrollo social, económico y productivo.
La mayoría de los grupos de mujeres en las regiones auríferas no tienen una organización que las agrupe, tímidamente se van generando las asociaciones de Mujeres dedicadas a la barranquilla que podría ser el principio de una formalización en su trabajo.
Muchas mujeres, muchas historias, la realidad es que los grados de informalidad las mantiene al margen de procesos participativos y mientras esto continúe los grados de pobreza en que viven seguirán.
FUENTE: AGENDA MINERA
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